lunes, 1 de septiembre de 2014

El lobo, el hombre y la tierra, y su relación con Jesús, me gusto el articulo, su Tata Maya MARIO VIDES

El lobo, el hombre y la tierra


Para que en las noches españolas, se sigan escuchando los hermosos aullidos del lobo”. Una frase lapidaria del mas brillante mentor y divulgador de naturaleza que ha existido. Alguien que se coló por aquellos televisores de formica, pantalla abombada y botones de lavadora para hacernos vibrar. Un mago de la comunicación que congregaba a mayores y pequeños frente al blanco y negro de la España de las profundidades.
Actualizado 1 septiembre 2014 
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extraconfidencial.com
El silencio invadía los hogares de la península ibérica esperando la cita con el maestro Félix. Naturaleza en estado puro. Semilla que ha viajado en el tiempo hasta nuestros días para transmitirnos su legado. De carácter y personalidad arrolladora, la herencia aportada ha sido brutal. Hoy nada sería lo que es, sin la inestimable contribución de este mecenas de la naturaleza. Gran parte de su trabajo de difusión para preservar nuestro patrimonio natural sigue pesando y mucho, en materia medioambiental.  
Recordando a Félix Rodríguez de la Fuente
Con precisión guarda mi recuerdo capítulos especiales. Calaron hondo las escenas del lobo en los lances de caza. Episodios trepidantes con el ritmo angustioso de la presa a punto de salvarse sin que llegara a conseguirlo. Planos llenos de magia donde la naturaleza seguía su curso en un engranaje perfecto. El hombre y la tierra en una tierra no sólo del hombre, y el lobo, animal mítico encarnado como la sombra del demonio en persona.
Siempre fueron contra la bestia sin importar el como. Félix ya nos hablaba de que el enemigo era el hombre. El hombre en la lucha por su tierra. La guerra sin cuartel por defender un pedazo de pan, un trozo de sus “dominios”. A resultas de ello, la sangre del lobo llega a orillar los montes hasta nuestros días sin que casi nada haya cambiado. Mas si cabe, la sinergia trae al cánido a ser mas odiado incluso que antes. Parte de la sensibilidad y educación que Félix transmitió, parece no haber servido para la protección de este animal a pesar de su lucha.
 
Insistentemente, con el carisma que le caracterizó y su genio indiscutible, nos decía cómo podía ser el futuro de nuestra
naturaleza. No ha fallado un ápice. Profeta en su tierra, la historia parece reescribirse hoy. Él sabía lo que ocurriría como visionario adelantado para su época. La degradación del medio, los espacios y sus especies, eran su preocupación real.
El valor incalculable del lobo
El lobo, como joya zoológica de valor incalculable, y el gran custodio del territorio: el pastor de toda la vida, el competidor encargado de rivalizar con él. Gentes de corteza recia ya tan en peligro extinción como el mismo cánido. Personas que cuidaban a su ganado día y noche con sacrificado oficio incluso esclavitud. Para defender su sustento, para guardarse de este perspicaz y escurridizo animal desde épocas neolíticas. Un animal estigmatizado y perseguido como alimaña hasta la muerteHoy, las políticas de protección del lobo ibérico son mas ficticias que reales.
El problema del lobo nunca desapareció, pues lejos de dormirse en la anestesia que proporciona el tiempo, se levanta y anda. Camina en todas direcciones sin orden ni concierto. Un herida abierta por los cuatro costados del territorio, que supura sin aparente síntoma de curación. Enfrentamiento entre el hombre que se cree dueño de la tierra con la osadía de convencerse de que era suya, olvidando un pequeño detalle, lo que ya vivía en él.
Desde Félix, el lobo continúa pagando los platos rotos de lo que éramos y en realidad somos el pueblo español: pillaje y trampa por los siglos de los siglos. No hemos aprendido que para convivir con esa naturaleza, debemos estar todos, sin que sobre ni falte nadie. Si por mí fuera expulsar al humano de la faz natural por nocivo, por tóxico.
Proteger los últimos reductos de vida silvestre
Preservar el testimonio dejado por este enamorado del trabajo de campo, por este  apasionado de la vida que se marchó pronto, es la deuda que tenemos con la naturaleza. Félix Rodríguez de la Fuente, fue defensor a ultranza de los últimos reductos de vida silvestre que todavía resisten en la península ibérica. Los tiempos cambian pero su legado sigue intacto hasta el punto de que nadie haya podido recoger su testigo. Si defendiéramos como el naturalista aquellos valores, y nos alejáramos de quienes se creen portavoces de su mensaje emitiendo flemas y exabruptos halitósicos, otro gallo nos cantaría.
Los que se contonean, hablan, fantasean e incluso emulan su figura, debieran antes tragarse sus bilis de venganzas y resentimientos personales contra el mundo, e intentar aprender desde el respeto a todos como hacía el maestro. Sin ello será imposible la conciliación con el hombre, presa de su codicia y falso dueño en poseer aquello que no le pertenece ni le perteneció jamás. Hoy, la supervivencia de la especie se sigue debatiendo entre la extinción de sus bastiones primigenios y las luchas de sectores interesados de diverso pelaje para controlarlo, troquelarlo y arrancarle de la tierra. Aunque eso ya es harina de otro costal…
Texto y fotos, Juanma Tobaruela                                                                  elparaguasverdedigital@

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