jose batres el 23/12/2013 a las 10:59
yo también felicito a mario por sus ÉXITOS que enaltecen a Guatemala, , mas me entristece ver que se le dá mas valor a los logros materiales, lo cual conlleva un peligro para el desarrollo espiritual......recibir tantos elogios nos lleva a una enfermedad cruel que se llama NARCISISMO, (cáncer de espíritu).......y a veces nos creemos non plus ultras....a cristo alguiien le preguntó un dia: ¿Tu eres el cisne de galilea? y el respondió, ¿lo dices de tí, o por que te lo han contado?........LA MANERA MAS FÁCIL DE DESTRUIR A UN HOMBRE ES ADULARLO.....
martes, 13 de mayo de 2008
7. LA HUMILDAD
7. LA HUMILDAD
La humildad es la conciencia que tenemos acerca de lo que somos, de nuestras fortalezas y debilidades como seres humanos, y que nos impide por lo tanto creernos superiores a los demás. Los que son humildes no se sobreestiman ni maltratan a los menos favorecidos desde el punto de vista social, económico o de educación.
Saben mas que nadie que esto se debe a las desigualdades de nuestras sociedades y que la suerte de haber nacido en un hogar con más oportunidades que otros no les da derecho a creerse superiores ni mejores que aquellos que no tuvieron fortuna.
PARA SER HUMILDES...
• No permitamos que “se nos suban los humos” cuando obtengamos algún triunfo, premio o distinción en nuestro estudio o nuestro trabajo. La inmensa satisfacción que ello representa es el premio en sí mismo, y no da para que nos creamos superiores al resto del género humano.
EL PERDIZ VANIDOSO Y LA TORTUGA MODESTA
El perdiz y la tortuga vivían en el mismo rincón de una inmensa llanura de África pero casi nunca hablaban. Poco se encontraban frente a frente porque el ave, vanidoso y arrogante, nunca se dignaba bajar de las ramas de los árboles o interrumpir su vuelo para entablar una conversación con la tortuga. Ni siquiera la saludaba desde arriba, sólo la miraba despectivamente.
Un día, el perdiz descendió al suelo a picotear unas semillas y justo en ese instante la tortuga pasaba caminando lentamente por ahí.
-Hermana tortuga –le dijo el perdiz-, ¿no te da vergüenza ir siempre tan despacio? ¿No te da envidia verme a mí, tan bien dotado, mucho mejor que tú?¿No te causa celos ver cómo vuelo y cómo corro, cosas que tú no puedes hacer de ningún modo?
-No –repuso lentamente la tortuga-. Pienso que dichoso tú, que puedes acabar en una carrera un camino que me lleva todo un día a mí. Pero no te envidio.
Mi lentitud también tiene sus ventajas.
-¡Bobadas!- contestó despreciativamente el perdiz-.
Eso lo dices por decir. ¿Qué ventajas puede tener ser lento y pesado? Eres esclava de tu caparazón, estás condenada a andar siempre por lo bajo y ni siquiera puedes correr.
Yo en cambio soy libre, todo me favorece.
Poco tiempo después, lo cazadores de una lejana aldea prendieron fuego a la vegetación de llanura para hacer salir a los animales y así poderlos cazarlos fácilmente. Las llamas crecieron muy altas, se expandieron con rapidez y se acercaban al rincón en donde vivían el perdiz y la tortuga. El perdiz no hacía más que vanagloriarse de que podría salvarse de las llamas volando a gran altura y se reía de la tortuga.
-Te vas a asar, el fuego correrá más rápido que tus cortas patas y te alcanzará –le gritaba la perdiz a la tortuga desde lo alto.
Cuando las llamas llegaron, la tortuga, para protegerse, se escondió en un hoyo que había dejado la pata de un hipopótamo en el suelo y se metió dentro de su caparazón, de manera que nada le ocurrió. En cambio el perdiz quiso lucirse y hacer gala de sus dotes, y se preparó para emprender el vuelo, pero el humo era tan denso que tan pronto abrió sus alas se asfixió y cayó en medio del fuego.
Cuando todo pasó, la tortuga salió de su escondite sana y salva y preguntó por el perdiz, extrañada de no ver haciendo alarde de cómo logró salvarse del fuego gracias a su rapidez y habilidad.
Al enterarse de lo que había sucedido, lamentó que esos dotes de los que se sentía tan orgulloso, no hubieran ayudado al pobre perdiz a escapar del fuego.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Que Dios te bendiga.
Un abrazo
Tu Amigo: Carlos Félix.
Escríbenos a:
alimentoparalamente@gmail.com
alimentoparalamente@hotmail.com
Visite:
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www.jesusnoshabla.blogspot.com
La humildad es la conciencia que tenemos acerca de lo que somos, de nuestras fortalezas y debilidades como seres humanos, y que nos impide por lo tanto creernos superiores a los demás. Los que son humildes no se sobreestiman ni maltratan a los menos favorecidos desde el punto de vista social, económico o de educación.
Saben mas que nadie que esto se debe a las desigualdades de nuestras sociedades y que la suerte de haber nacido en un hogar con más oportunidades que otros no les da derecho a creerse superiores ni mejores que aquellos que no tuvieron fortuna.
PARA SER HUMILDES...
• No permitamos que “se nos suban los humos” cuando obtengamos algún triunfo, premio o distinción en nuestro estudio o nuestro trabajo. La inmensa satisfacción que ello representa es el premio en sí mismo, y no da para que nos creamos superiores al resto del género humano.
EL PERDIZ VANIDOSO Y LA TORTUGA MODESTA
El perdiz y la tortuga vivían en el mismo rincón de una inmensa llanura de África pero casi nunca hablaban. Poco se encontraban frente a frente porque el ave, vanidoso y arrogante, nunca se dignaba bajar de las ramas de los árboles o interrumpir su vuelo para entablar una conversación con la tortuga. Ni siquiera la saludaba desde arriba, sólo la miraba despectivamente.
Un día, el perdiz descendió al suelo a picotear unas semillas y justo en ese instante la tortuga pasaba caminando lentamente por ahí.
-Hermana tortuga –le dijo el perdiz-, ¿no te da vergüenza ir siempre tan despacio? ¿No te da envidia verme a mí, tan bien dotado, mucho mejor que tú?¿No te causa celos ver cómo vuelo y cómo corro, cosas que tú no puedes hacer de ningún modo?
-No –repuso lentamente la tortuga-. Pienso que dichoso tú, que puedes acabar en una carrera un camino que me lleva todo un día a mí. Pero no te envidio.
Mi lentitud también tiene sus ventajas.
-¡Bobadas!- contestó despreciativamente el perdiz-.
Eso lo dices por decir. ¿Qué ventajas puede tener ser lento y pesado? Eres esclava de tu caparazón, estás condenada a andar siempre por lo bajo y ni siquiera puedes correr.
Yo en cambio soy libre, todo me favorece.
Poco tiempo después, lo cazadores de una lejana aldea prendieron fuego a la vegetación de llanura para hacer salir a los animales y así poderlos cazarlos fácilmente. Las llamas crecieron muy altas, se expandieron con rapidez y se acercaban al rincón en donde vivían el perdiz y la tortuga. El perdiz no hacía más que vanagloriarse de que podría salvarse de las llamas volando a gran altura y se reía de la tortuga.
-Te vas a asar, el fuego correrá más rápido que tus cortas patas y te alcanzará –le gritaba la perdiz a la tortuga desde lo alto.
Cuando las llamas llegaron, la tortuga, para protegerse, se escondió en un hoyo que había dejado la pata de un hipopótamo en el suelo y se metió dentro de su caparazón, de manera que nada le ocurrió. En cambio el perdiz quiso lucirse y hacer gala de sus dotes, y se preparó para emprender el vuelo, pero el humo era tan denso que tan pronto abrió sus alas se asfixió y cayó en medio del fuego.
Cuando todo pasó, la tortuga salió de su escondite sana y salva y preguntó por el perdiz, extrañada de no ver haciendo alarde de cómo logró salvarse del fuego gracias a su rapidez y habilidad.
Al enterarse de lo que había sucedido, lamentó que esos dotes de los que se sentía tan orgulloso, no hubieran ayudado al pobre perdiz a escapar del fuego.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
Que Dios te bendiga.
Un abrazo
Tu Amigo: Carlos Félix.
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