ATREVERSE A SOLTAR
Nada fácil es decir Adiós, a los lugares, vínculos, personas, que nos han enriquecido en el pasado. Desapegarnos es un acto de Amor, que permitirá crecer y dejar de sufrir.
Muchos de nuestros momentos de sufrimiento en la vida se relacionan con la imposibilidad de soltar. Tememos dejar de ser quienes somos, si nos alejamos de una persona o si ella se aparta de nosotros, aún cuando el vínculo que nos une haya cumplido su función, haya completado su ciclo.
Nos da miedo quedarnos en el vacío, si dejamos un trabajo, aunque nos provoque más prejuicios que beneficios. Tememos perder, hasta nuestra identidad si nos mudamos de casa, de barrio, de ciudad o de país.
Nos aterra la muerte de los seres queridos que nos anteceden en la vida, y que por ley natural, partirán primero que nosotros.
Llegamos a convencernos de que somos lo que hacemos y que si dejamos de hacerlo dejaremos de ser. Así las personas con quienes nos relacionamos, incluso tenemos un vínculo amoroso, se convierten en poderosas cadenas que atrapan nuestros tobillos y nos impiden avanzar en el camino de la madurez, de la libertad, del desarrollo emocional y espiritual.
“Saber soltar es una clave de la vida con sentido...”
Un buen adiós es aquel en el cual, incluso en el medio de la tristeza de la despedida, podemos reconocer lo que nos nutrió y nos permite sentirnos íntegros, después de soltar. Un buen adiós es entonces sinónimo de desapego… y el desapego, al saber soltar es a menudo una gran prueba de Amor. Cuando nos negamos a soltar, no es el Amor el que predomina sino el temor al sufrimiento. No soltamos porque creemos sufrir y sufrimos por no soltar.
Un buen adiós es aquel en el cual, incluso en el medio de la tristeza de la despedida, podemos reconocer lo que nos nutrió y nos permite sentirnos íntegros, después de soltar. Un buen adiós es entonces sinónimo de desapego… y el desapego, al saber soltar es a menudo una gran prueba de Amor. Cuando nos negamos a soltar, no es el Amor el que predomina sino el temor al sufrimiento. No soltamos porque creemos sufrir y sufrimos por no soltar.
En las situaciones de apego, alguien sufre, sino somos nosotros, es el otro. Y cuando ese sufrimiento se manifiesta, se reitera y se estaciona, es tiempo de soltar. Cuando percibimos que en nuestra determinada relación, nos estamos estancando, y que aunque intentemos algo diferente, el estancamiento perdura, es momento de soltar.
Cuando el apego no tiene más razón que el hábito y no aparecen propósitos que den sentido y trascendencia, es el momento de soltar.
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