Con un caudal de indómitos talantes
la lluvia va llorando en los caminos,
serena y humedece los instantes
verdece lentamente los destinos.
Abraza la floresta, rauda o lenta,
refulgiendo el silencio de los pinos,
y cuando en el llano su mano asienta,
frena el ave sus anhelantes trinos.
Inmaculado el aire, perfumado,
tejido entre cúmulos espumosos,
deja ver el paraje renovado,
las flores, y los campos temblorosos.
Desnudo el cielo del acuoso manto,
ahora asoma el sol entrometido,
entonces llueve en los ojos el canto,
el cielo estuvo en llanto revestido.
© - Marysol Salval
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