LOS JUEGOS INFANTILES
Lialdia.com . *Elías D. Galati. El mundo cambia. Todo cambia.La vida fluye constantemente en un devenir impredecible.Cada generación tiene su historia, sus relatos, sus juegos, sus proyectos y sus apetencias.
El cambio debe significar un progreso, pero a veces la evolución se transforma en involución, como en una dicotomía perversa avanzan lo bueno y lo que no es, lo correcto y lo incorrecto, la verdad y la mentira, lo pacífico y lo violento, la solidaridad y el egoísmo. En ese maremagnum de contradicciones nos movemos, sostenidos a duras penas por nuestros valores y nuestros ideales, en una pulsión interminable entre el deber y el deseo, el goce de lo honesto y de lo deshonesto.
Uno de los parámetros de los cambios sociales son los juegos infantiles.
Tienen gran importancia porque van formando el carácter del niño y encausan su propia cosmovisión. La forma de ver la realidad y el ajuste de la conducta a dicha realidad.
En una primera etapa no puede determinar el niño con exactitud la ficción del juego con la vida real.Después acomoda su comportamiento a dicha ficción y lo traspola a la vida.
De cómo sean sus juegos dependerá en buena parte cuales serán sus valores.
La primera aproximación a los juegos enseña al niño a identificar su yo y separarlo del resto que lo rodea. Se llega a este conocimiento en dos tiempos, identificando y reconociendo las partes de su yo, y tomado conciencia de las personas y objetos que lo circundan a través de las impresiones que ellos le producen.
La observación se convierte en el primer modelo educativo.
Desde mediados del siglo pasado la tecnología y los nuevos paradigmas visuales revolucionaron la existencia del hombre y también los juegos. Ese avance arrollador fue acompañado con la cosmovisión de los países dominantes que junto con el avance tecnológico impusieron su forma de ver el mundo.
No escapa a ellos los juegos infantiles. 50 ó 60 años atrás el niño jugaba con la imaginación y con el modelo de equipo solidario.
Cualquier objeto, un palo, una escoba, un bollo de papel, era transformado en un bastón, una lanza, una pelota.
Se jugaba cara a cara, en vivo y en directo, conociéndose, y sabiendo el pensamiento, las limitaciones, las preferencias y los aspectos sobresalientes de los otros, como los otros conocían los nuestros.
En un marco de respeto y de comprensión. Ganar era una contingencia del juego, y se sabía muy bien que nada tenía que ver con la realidad. Ademas se contaba con la contención de los padres y de la familia, y que primero con su ejemplo y luego con su prédica marcaban la diferencia entre juego y realidad.
De a poco la tecnologia se apoderó no solo de los sueños infantiles, sino de la proyección de los mayores. Los niños se encontraron con posibilidades infinitas, de modo virtual, que no necesitaban de la presencia del otro y que abrían un espectro interminables de posibles juegos.
Los padres quedaron desbordados porque la información que daban los medios virtuales excedía a su conocimiento y no podían competir. Se empezó a jugar on line, y ya no se conocía contra quien se jugaba, ni había la emoción del encuentro con el contrincante, ni la empatía del juego en común.
El juego se hizo solo uno contra otro, tal vez desconocido y ganar era destruirlo.El juego se transformó en un ejercicio de violencia inusitada, donde había que ser más fuerte, tener más poder para acabar con el contrincante. El medio era la violencia y el fin la destrucción y muerte del oponente, sin ninguna responsabilidad, total no se conocían.
Como la contención paterna había quedado desfasada, el juego se traspola a la realidad.
Entonces el mundo es hostil, los que no están conmigo o no piensan como yo, son enemigos y hay que destruirlos.
Se los destruye con toda forma de violencia, física, verbal, espiritual, desacreditándolos, señalando su condición de malvados, y si es posible exterminarlos.
Parece muy loco, pero hay varias generaciones que tienen incorporada la violencia irracional como forma de su comportamiento.
¿Y los valores? La bondad, la paz, la solidaridad, la abnegación, la justicia, la libertad de todos, la equidad, el derecho a una vida digna, ¿cómo se instalan en la mente de nuestros niños?
Es una tarea de padres y educadores, que comienza en el hogar donde se ponen límites, que enseñe a diferenciar la ficción de la realidad, porque los juegos están, no podemos esconder la cabeza y creer que es posible otro mundo, u otros juegos.
Hay que asumirlos y obrar en consecuencia.
Mostremos a nuestros niños que somos capaces de amar la paz, la bondad, la libertad, la justicia, la solidaridad y habremos creado un mundo mejor.
Buenos Aires / Argentina
Del Grupo de Editores
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