lunes, 4 de agosto de 2014

ENTREVISTA SOBRE JESÚS DE NAZARET. 3ª parte perdonen que les escribí la tercera pídanle a Noa que les envíe las demás su TATA MAYA

Leer antes:
ENTREVISTA SOBRE JESÚS DE NAZARET 1ª parte y
ENTREVISTA SOBRE JESÚS DE NAZARET 2ª parte

¿TE HABLÓ ALGUNA VEZ DE SU PRIMO JUAN EL BAUTISTA? ¿Y DE LOS ESENIOS?

De Jhoanam. Juan el Bautista, como tú dices, es Jhoanam. No puedo decirte si era su primo, porque Jhasua cuando se refería a él le llamaba siempre “mi hermano”, pero con una profundidad inusitada. Nunca hablaba de sus propios hermanos y primos con la emotividad con la que lo hacía de él. Jhoanam era un año más o menos mayor que él, y totalmente distintos físicamente y en la forma de mostrarse a los demás.

Jhoanam había pasado casi toda su vida en el desierto, en una comunidad de personas muy interesantes, que ya entonces resultaban muy incómodas y aun hoy también lo serían. Eran judíos, pero vivían humildemente en casas que ellos mismos se construían. Vivían de su trabajo y la única relación que había entre ellos y el Padre,
era su corazón. No eran personas de costumbres ni ritos. Eran grandes estudiosos de la herencia espiritual del pueblo hebreo, y conservadores acérrimos también de su autenticidad. Eran grandes terapeutas. Muy a menudo se mezclaban entre la gente de la ciudad para ayudar a los más necesitados. Jhoanam se crió con ellos, y Jhasua iba muy a menudo donde ellos. Él me dijo en alguna ocasión que se sentía muy a gusto entre ellos, como si estuviese en su CASA y con sus HERMANOS.

Me llevó en muchas ocasiones, y realmente, quedé fascinada. Allí conocí a Jhoanam. Siempre me acordaré de aquél día, en el que cuando me vio vestida de chico, con las piernas llenas de rasguños y con esos ademanes tan poco femeninos, me miró muy serio, pero sus ojos reían. Y yo al verle me eché a reír a carcajadas. En aquel momento nació entre los dos un sentimiento de complicidad muy bonito. Cuando vi por primera vez a Jhoanam, mi corazón salió de su sitio, y tuve palpitaciones durante un tiempo. No le pude tratar tanto como a Jhasua, pero amé profundamente a ese hombre, y le sigo amando mucho más si cabe.

DICES QUE ERA TOTALMENTE DISTINTO A JHASUA... ¿QUÉ TENÍA DE DISTINTO A ÉL?

Pues todo él era diferente. Físicamente era un poco más pequeño, de mi altura, de constitución fuerte, pero todo él... vamos..., moreno de piel y de pelo, muy velludo, con una nariz ancha y prominente, labios carnosos y unos ojos..., unos ojos negros, grandes, brillantes como un lucero. Su semblante era siempre serio, pero sus ojos bailaban constantemente, chispeaban. Me cautivaron intensamente. Pero la diferencia entre ambos estaba en lo que no se veía. Jhoanam, con su palabra, el poder de su voz, su mirada, su fuerza, su espíritu, hacía vibrar el alma y el espíritu de las gentes. Las sacudía fuertemente y ello hacía que afloraran en ellos heridas, llagas, angustias... pero simbólicamente, claro... El removía lo insano en el hombre y le forzaba a que aflorase. Su mirada te escudriñaba por dentro, era como un escáner actual. Y Jhasua era el que con su voz, su docilidad, su mansedumbre, su amor, curaba esas heridas y daba el remedio para que nunca más volvieran a aparecer. Su mirada era una invitación constante a tu corazón para amar, para entregarse. Más distintos no podían ser, pero se complementaban. Como ya te he dicho anteriormente, eran las dos caras de una misma moneda.

¿SABÍAN ELLOS EL LAZO QUE LES UNÍA?

Sí, rotundamente sí. En una ocasión, cuando regresábamos de pasar unas horas con él, le pregunté a Jhasua sobre Jhoanam. Pensé que quizá no me diría nada, ya que sus conversaciones a veces eran en la intimidad, pero lo hizo. El se extrañó de mi pregunta, ya que daba por sentado que yo lo sabía. Yo le dije que no, que no conocía apenas de él, solo por lo que me había contado, y era muy poco. El me replicó que mi corazón lo sabía perfectamente, pero mi mente se negaba a aceptarlo. Pero ante mi insistencia el cedió y me contó. Jhoanam, al igual que él y muchos hermanos más, veníamos de un lugar en el Universo muy lejano. Allí había un gran Sol, donde estaba el Padre. Aquél era nuestro Hogar y teníamos a nuestra verdadera familia.

Entonces yo le pregunté que por qué estábamos aquí... que qué hacíamos fuera de nuestra Casa.

El sonrió, me acarició y me contestó: “Hemos venido a Amar, a traer el Amor del Padre a este mundo tan maravilloso, pero que está enfermo y necesitado de alimento. Hemos venido a curarlo, a abrazarlo, y a alimentarlo con nuestra propia esencia”.

Debió ver en mi rostro la expresión de no entender nada, porque siguió hablando: “Pero no te preocupes Camaleón, pronto tu corazón le ayudará a comprender a tu mente, y entonces trabajarán juntos, y entonces sabrás quién eres tú, Jhoanam y yo y otros muchos de nuestros hermanos, que aunque no estén aquí, porque están por todo el mundo, en muchas civilizaciones, en muchas culturas, nos llevamos todos en el corazón. Siempre que tu corazón actúe, ellos actúan también, todo lo que hagas y deshagas, ellos lo hacen también, cuando amas, el amor que sale de tu corazón es el de ellos también. Cuando lloras y estás triste, es el corazón de todos ellos que lloran contigo. Todo lo que Jhoanam está haciendo, lo estamos haciendo nosotros con él, y todo lo que yo ahora me dispongo hacer, lo hacéis todos conmigo... ¿lo entiendes?”

Yo le dije que sí, y dije la verdad, pero tardé un tiempo en asimilarlo y encajarlo.

ANTES ME HAS DICHO QUE JHASUA SABÍA QUIÉN ERA, DE DÓNDE VENÍA Y A DÓNDE IBA... ÉSTAS SON LAS PREGUNTAS QUE TODO SER HUMANO SE HACE Y TODAVÍA ESTAMOS EN ELLO... ¿PUEDES TÚ DAR ESTAS RESPUESTAS?

Yo puedo responder por mí, claro, y decirte lo que Jhasua me decía de sí mismo, pero cada cual tiene que descubrir sus propias respuestas.

Jhasua venía del Sol Central, era Hijo del Sol e iba de nuevo hacia su Hogar, el SOL. Y no solo él, sino todo ser humano. Todos somos Hijos del Sol, venimos de ÉL y volveremos a ÉL. Todos adquirimos, desde el Principio, con nuestro Padre, un compromiso de Amor, por el cual bajaríamos a mundos inferiores y experimentaríamos en el mundo de la materia. A través de ella nos expandiríamos, crearíamos Vida, la moldearíamos..., pero no era fácil. Se conocían los riesgos, que eran muy altos, pero aun así se hizo. Todo ser humano es un héroe, un valiente, un ser de luz y de amor. Al venir a esta dimensión de la materia y a un planeta tan joven como el nuestro, con sus cambios cíclicos muy bruscos y seguidos, el descenso no fue armónico, y hubo muchos desequilibrios, y posteriormente muchas intervenciones poco acertadas. La gran mayoría de los seres de luz que vinieron a esta dimensión perdieron la memoria de su origen, de forma natural, y también por dichas intervenciones de algunos de sus hermanos más conscientes, y también su identidad y quedaron atrapados en esta dimensión. No solo no pudieron hacer aquello para lo que habían venido, sino que se vieron obligados a sobrevivir en este mundo, y cuando hay que sobrevivir es porque hay miedo, y cuando hay miedo e ignorancia, el ser de luz se transforma en un monstruo. Jhasua sabía todo esto, por ello no condenaba nunca a nadie. No se quedaba con la apariencia de la persona, sino que iba hasta su corazón y abrazaba al hermano que había dentro sufriendo. El compromiso de Jhasua, como el de muchos hermanos más, conscientes de lo que sucedía, era venir de nuevo a esta dimensión, vivir entre sus hermanos haciéndose una misma carne con ellos, amarlos, llegar hasta su Corazón y recordarles quiénes eran y el camino de regreso a Casa.

Es lo que Jhasua quería hacer con la gente, decirles que era su hermano, y que estaba allí para llevarlos de nuevo al Padre.

HAS HABLADO DE INTERVENCIONES POCO ACERTADAS, Y HAS INCLUÍDO EN ELLAS A ALGUNOS SERES DE LUZ... ¿PUEDES ACLARARME UN POCO MÁS?

No todos los seres de Luz perdieron la consciencia de sí mismos. Los hubo que la mantuvieron y tomaron decisiones erróneas que para nada tenían que ver con la Ley del Amor. El por qué, no lo sé, y Jhasua tampoco me habló de ello. Y esas decisiones erróneas a las que me refiero fueron sobre el devenir de sus propios hermanos. Les intervinieron y manipularon, es posible que creyendo alcanzar así la perfección perdida, pero fue todo lo contrario. Se hizo una gran chapuza, que cada vez se hacía más grande. Esos seres de Luz que intervinieron tan nefastamente, en vez de reconocer su error e invocar a la Luz del Padre, se mantuvieron firmes en su decisión, y con ello se autodesterraron del resto del Universo y de la Fuente. Fueron perdiendo fuerza y energía, y poco a poco se consumían. Quedaron atrapados en esta dimensión, en los mundos subterráneos, donde recibían el poco alimento que les mantenía con vida. Pero sus incursiones seguían, llevando al caos a muchas civilizaciones que se habían desarrollado en la superficie del planeta. El Cielo tuvo que clausurarles los accesos a la Humanidad para que no siguieran interviniendo, y uno de los momentos claves para llevar a cabo esto, fue al morir Jhasua. Se cerraron todas las puertas dimensionales, y quedaron prisioneros en las profundidades.

¿TIENE ALGO QUE VER LUCIFER CON ESTE GRUPO DE NEFASTOS INTERVENTORES?

Sí, era como el jefe, el coordinador, pero ahora no le hagamos el malo de la película. El Cielo es el único que sabe del Corazón de este Ser, el único que puede juzgarle. Es nuestro hermano, no podemos olvidarlo. Jhasua le amaba, le ama. Hace veinte siglos vino no solo a ayudar a sus hermanos, sino a recuperar el corazón de Lucifer. El amor de Jhasua lo consiguió. Consiguió abrazar a su hermano cuando bajó a las profundidades, y le prometió que volvería cuando llegase el momento, que es ahora, y abriría de nuevo esas puertas que tenían que ser clausuradas.

Lucifer, durante todo este tiempo, ha estado alimentando a sus hijos y a sus hermanos que le siguieron con la Esmeralda Verde, una gran piedra, llena de Luz, que le perteneció desde el Principio y que es la única fuente de vida para los suyos. Ahora estamos en ese momento, y Jhasua ha vuelto, y volverá por su hermano, y juntos llevarán a esta Humanidad al lugar donde le corresponde. De hecho esa labor conjunta ya está teniendo sus efectos. Muchos seres humanos están siendo intervenidos en su ADN, pero en esta ocasión con el propósito de abrir la consciencia y recuperar la memoria perdida.

DIME... ¿Y QUE SUCEDERÁ CUANDO ESTAS PUERTAS DIMENSIONALES SEAN ABIERTAS?

Que todos los hijos de las profundidades subirán a la superficie, y se mezclaran con sus hermanos del desierto, nos apoyarán en este gran Plan de Recuperación, y juntos, por fin, haremos de este planeta el Paraíso que vinimos a crear. Este planeta está destinado a ser un nuevo SOL, una nueva CASA, la de los HIJOS.

DIME... ¿Y POR QUÉ TUVO QUE MORIR JHASUA, POR QUÉ TUVO QUE SUFRIR TANTO? ES ALGO QUE NUNCA HE COMPRENDIDO.

Jhasua sabía lo que iba a acontecer mucho tiempo antes. No fue una decisión de última hora, y cuando lo compartió conmigo, me sentí morir de angustia. Yo tampoco lo entendía, y le llamé de todo. Me enojé con él. Creí que se había vuelto loco, o mucho peor, que no nos quería... Me había hablado tanto del Padre..., de su amor, comprensión, grandeza..., que me costaba creer que permitiera que un hijo suyo sufriera de aquella manera. Aquella tarde me di media vuelta y le dejé plantado sin mediar palabra. Recuerdo que esa noche, en mi alcoba, lloré por toda la eternidad. Mi mente se había bloqueado y mi corazón estaba destrozado, pero más que por lo que me había dicho, por haberle dejado de aquella manera. Había sido una egoísta. Él tampoco lo estaría pasando muy bien. Intenté conciliar el sueño, pero imposible, mi mente estaba con él, y mis pies querían tomar tierra y echarse a correr. ¿Pero hacia dónde...? ¿Dónde estaría él? Pero mis pies lo sabían, siguieron corriendo hasta alcanzar la entrada del orificio de la gruta. La noche estaba cerrada, el silencio era sepulcral, y yo estaba allí en camisón y con el pelo al aire y descalza. Cualquiera que me hubiese sorprendido habría pensado que se trataba de una pobre demente.

Jhasua apareció por el orificio, y al ver que era yo me ayudó a entrar. Noté húmedos sus ojos y yo me abracé a él sin mediar palabra. No era necesario. Le pedí que me explicara el porqué de aquella decisión, quería comprenderle y apoyarle si era lo que necesitaba. Nos sentamos los dos apoyados en la pared, y sin dejar de abrazarme me fue explicando. La revelación de quién era, de dónde venía y su compromiso con la Humanidad, le fue dada aquella noche en el templo de la Esfinge. Éramos Hijos del SOL, y como tal, y para ser su vehículo, había venido Jhasua a esta dimensión de nuevo. El era consciente de que desde su nacimiento, el Padre, la energía del SOL, se fue acoplando en su ser, en su cuerpo, y esa misma energía, ese Amor, fue el que le movió para ir a Egipto. Era necesario que él tuviera consciencia de Sí Mismo. Su aceptación fue total e incondicional. Asumió su compromiso y se entregó a él. La energía del Padre que bullía en él como un volcán a punto de entrar en erupción, no era solo para él, para su disfrute, para su propia elevación espiritual. Era para entregarla a todos sus hermanos, a la humanidad entera. Y no sólo estaba él con ese compromiso, sino unos cuantos más en todo el planeta, que en el mismo instante, harían explosión, e inundarían al mundo de la Luz y del Amor del Padre. Yo le pregunté que cómo sería aquella explosión, a lo que me contestó que en un momento determinado, el SOL se apagaría durante unos instantes y toda la energía del Padre que no estuviera en los cuerpos de sus Hijos, se introduciría en ellos. Sólo así la energía y la esencia del SOL puede llegar hasta sus hijos. Pero estos hijos ahora portadores del Padre SOL experimentarán dentro de sí la explosión de esa gran energía, y sus cuerpos se abrirán. Ello supone que el cuerpo físico se destruye, pero sin dolor, ya que inmediatamente se funde con la energía. Los Hijos del Sol pierden su soporte físico, pero vuelven a CASA.

Yo entonces le pregunté que por qué él había optado por el camino más doloroso, ya que sabía perfectamente que iba a sufrir la muerte más atroz para un judío: la muerte en cruz. Y un escalofrío me entró por los pies y se me quedó anidado en la garganta.

Jhasua me abrazó con más fuerza y siguió hablando: “Os quiero, Camaleón, amo a mis hermanos, también le amo a él, a Luzbel, y yo no quiero volver a CASA sin vosotros. Yo haré explosión, con los demás hermanos, seré el instrumento del Amor del Padre, pero me quedaré aquí, compartiendo, sintiendo y amando a esta Humanidad. Me preguntas que por qué he elegido esta muerte y pasar por el dolor... la ignorancia del ser humano la ha creado, no el Amor, está ahí...y muchos de nuestros hermanos en un futuro muy próximo, por ser testigos del Amor del Padre, sufrirán esa horrible muerte en manos de sus propios hermanos, y yo quiero estar con ellos, y ser el primero en subir a esa cruz, y abrazar desde ella a tanto dolor, miedo, ignorancia, odio. Quiero amarlos hasta el final, para que todos los hermanos que vengan detrás comprendan que el sufrimiento no es más que el Amor incomprendido. El mundo es como un niño deforme, rebelde, bruto, un niño a quien todos repudian y alejan de su corazón, porque es incómodo, violento y nefasto. Y ese niño crece sin amor, y se va convirtiendo en un pequeño monstruo, con más furia y más odio. Yo quiero abrazar a ese niño, Camaleón, y decirle que le amo, que es un niño maravilloso y precioso a los ojos del AMOR. Y este niño vendrá a mí, porque está muy necesitado, pero descargará contra mí toda su rabia, violencia y rencor, y me hará daño, y destruirá con sus zarpazos mi cuerpo, pero no al Amor que le abrazará hasta el final, que le mirará con sus ojos al corazón, y que le devolverán la niñez perdida. Se sentirá amado, hermoso y llegará a ser el Niño-Dios que estaba destinado desde el Principio SER. Por ello quiero subir a esa Cruz, Camaleón, y el Padre no me lo ha pedido. Soy yo que conozco el corazón de Nuestro Padre, quien desea llevarlo a cabo. No lo olvides, nada de lo que acontezca cuando llegue el momento, lo ha elegido el hombre, sino yo”.

Cuando llorosa le pregunté si yo podría acompañarle en su decisión, él me sonrió, acarició mi rostro lleno de lágrimas y me respondió: “Si cuando llegue ese momento es tu Corazón el que quiere hacerlo, y no tus sentimientos, SÍ”.

No comprendí muy bien el matiz final. Yo me quedé tranquila, pero algo en mi interior me puso en alerta. Por ello, cuando después de amanecer, me acompañó un buen tramo de vuelta a casa le volví a preguntar sobre lo que me había dicho, y él me volvió a responder: “Será como tú quieres, si tu Corazón ama a la humanidad tanto como para entregarte a ella, y no solo ame a un hombre, por mucho amor que me tengas”.

Y entonces sí que me dejó hundida del todo, porque yo le amaba a él, al mundo... ¡Tendría que ocurrir un milagro para que yo amase al mundo como lo hacía él!

Pero al despedirme me dijo: “Tranquila, Camaleón, confía en tu Corazón”.

Y aquélla fue una despedida para un largo tiempo. El volvió a viajar, y esta vez iba acompañado de varios hombres, entre los cuales estaba Jhoan, mi entrañable filósofo, como yo le llamaba. Le conocía, era del entorno familiar de Jhasua, y para él era una persona muy especial, y para mí también. Yo me quedé en casa de mi Padre, estudiando, experimentando con mis hierbas y pócimas, pero sobre todo trabajando conmigo misma y mano con mano con mi Corazón.

ESE JHOAN, AL QUE LLAMAS EL “FILÓSOFO”, ¿ES EL JUAN EVANGELISTA QUE CONOCEMOS?

Eso creo, si. Y yo aseguraría que era primo de Jhasua, aunque más pequeño que él, pues tendría mi edad, más o menos. Era alto como yo, delgado y fibroso, con ojos oscuros y transparentes y cara de niño. Su mirada era la más ingenua que había visto en un hombre. Con el tiempo observé que era el vivo retrato de Jhasua, no en el plano físico, sino en el espiritual. Se identificaba totalmente con él. Por ello le quise muchísimo. Después de Jhasua, fue mi confidente más querido y amado. Y le llamaba filósofo por lo enrevesado que era. Le encantaba complicar las cosas. Por ejemplo: si yo hablaba con él sobre una flor determinada, la margarita, Jhoan, hablaba de todo el jardín botánico antes de hacerlo de la margarita en cuestión, y a veces por tontadas. Siempre que hablaba con él, me salía humo de la cabeza, y total para hablar de lo mismo. Era su forma de ser, misteriosa y profunda. Los dos teníamos el mismo conocimiento que nos había entregado Jhasua, solo que Jhoan lo entendió, comprendió y asimiló en el primer momento, y a mí me costó lo mío, pero lo conseguí. Era un hombre alegre, positivo, emprendedor, enamoradísimo de Jhasua, y éste también le amaba profundamente. Creo que para Jhasua, Jhoan fue un gran apoyo y amigo, y hay algo que quiero dejar claro. Conociendo a Jhoan, como le conozco, no me creo que él fuera el autor del Apocalipsis, a no ser que al final de sus días, se le nublara un poco la mente y se turbara, cosa que dudo muchísimo. Un ser con tanto amor como era Jhoan, que conocía, que sabía..., no ha podido dejar como herencia a la humanidad semejante argumento. Lo siento, es mi sentir, y quiero dejar constancia de ello.

También quiero dar fe de que fue el único de los que le seguían que le amaba de verdad. Yo ya no entro en si lo entendían o no. En los momentos más álgidos de Jhasua, si no hubiera sido por Jhoan, se habría visto totalmente solo. Comprendo que el miedo es muy humano, pero si amas de verdad a alguien, tu corazón vibra de tal forma que aunque te hayas quedado clavado en el suelo, te hace volar. Y ninguno de ellos voló. Solo el filósofo.

¿Y TÚ... NO ESTABAS A SU LADO TAMBIÉN?

Sí, claro, naturalmente que sí, pero yo no cuento. Yo no estaba entre los de su grupo, salvo dos o tres, nadie me conocía. Yo estuve allí, por ello digo que Jhoan no se despegó ni un solo momento de él, y habría subido a esa cruz con Jhasua si no fuera por el amor que le procesaba y que le comprometía a seguir con la misión de su amigo: el recordar al mundo de dónde viene y hacia dónde va. Pero no quiero adentrarme todavía en este tema, porque quiero explayarme más adelante.

¿TIENES CONSTANCIA DE QUE RESUCITARA?

Yo no le sobreviví, entonces, de todo aquello que aconteció después, no puedo dar fe. Pero yo ahora pregunto..., ¿por qué tanto énfasis en su resurrección? ¿Acaso no sabemos que somos inmortales, que nuestro espíritu nunca muere? Hace apenas seis meses que mi padre murió, mejor dicho, se fue a Casa, y yo le he visto, con otra densidad, pero vivito y coleando. Todos resucitaremos, nos levantaremos de nuestro cuerpo ya sin vitalidad y vida, y volveremos a caminar de nuevo con otros pies y otros ojos. ¡Claro que Jhasua resucitó! ¿Tienes acaso alguna duda?

¿REALMENTE HACÍA MILAGROS..., LE VISTE TÚ ALGUNA VEZ HACERLOS?

Bueno, si para ti milagro es hacer aquello que el hombre no tiene todavía la capacidad, pero si la potencialidad de hacerlo..., entonces sí... hacía milagros.

De niña a mí me cerraba heridas de las piernas simplemente con un beso, y a los animales dándoles de beber agua que él mismo había bendecido con sus manos.

Yo fui testigo de cómo devolvía la vida a un manzano seco, solo con llamarle “hermano manzano”. Para mí era totalmente natural en él. Sabía quien era, y la Energía del Padre estaba en él. Por ello. Aprovecho esta ocasión para decir que lo que se cuenta de que Jhasua secó a una higuera por no dar fruto fuera de su época, es un insulto y una falsedad. Jhasua nunca quitaba la vida, la daba a raudales allí por dónde iba, y si comprendía las limitaciones del hombre por su ignorancia y las amaba, ¿cómo iba a destruir a un pobre árbol frutal sujeto a las leyes de la naturaleza? ¡Es falso!

Yo no vi esos milagros que cuentan en los evangelios, pero los he leído, y en algunos de ellos no reconozco el espíritu de Jhasua.

¿Y CON ÉL..., USABA SU CONOCIMIENTO Y SU PODER PARA ÉL MISMO?

Si se hacía una herida, se curaba, si estaba cansado, descansaba, si tenía hambre, trabajaba y se alimentaba... No, no utilizaba la energía del Padre en sí mismo, sólo para los demás, y tampoco lo hacía para facilitar la vida de la gente, sino para curar heridas que ellos mismos no podían curarse, y para alimentar a sus corazones, que estaban mucho más hambrientos que sus estómagos. Ese tipo de milagros hacía Jhasua. También quiero aprovechar esta pregunta tuya para dejar muy claro lo siguiente: he tenido que oír verdaderas barbaridades sobre Jhasua, que ahora, no es que quiera denunciarlas, ya que a él ni le importan, pero sí quiero dejar constancia, porque me entristecen el corazón.

Muchos dicen que Jhasua hacía milagros para demostrar a la gente que era el Hijo de Dios. ¡No es cierto! Jhasua nunca dijo que era hijo de Dios, sino que todos somos hijos del Padre, y que era ÉL, el que a través del hombre actuaba y actuaría, siempre que su Corazón fuera consciente de ÉL.

Muchos dicen también, que con los conocimientos que tenía Jhasua, cuando comenzó su calvario tomaría alguna pócima que le adormeciera el cuerpo y no sintiera el dolor del castigo, porque un hombre no podía soportar todo lo que sufrió estando totalmente consciente. También se ha dicho mucho, y se sigue diciendo, que si Jhasua murió de esta manera, fue sin duda por sus errores, y que el Cielo compadecido, le evitó la mayor parte del sufrimiento.

Todo esto me causa lástima y tristeza, y no por Jhasua, sino por el mismo hombre. El ser humano es incapaz de amar como amó él. Nunca ha sentido el amor dentro de sí como lo sintió él, por ello, como el hombre no es capaz de hacer un acto de entrega y amor de ese calibre, no puede aceptarlo de Jhasua, pero sí de un Dios.

Jhasua no fue ningún dios. Fue un SER HUMANO, UN hijo del Sol, mientras que el resto de la humanidad somos simplemente un “proyecto de ser humano”. El día que consigamos amar y SER como un verdadero SER HUMANO, como lo hizo él, sabremos quien fue, creeremos en él, sin necesidad de argumentos, y amaremos esa cruz, porque entonces nosotros seremos El y nos alimentará el mismo Amor que le nutrió a Él.

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